Aventura de los yangüeses (I,15)
Tras abandonar
a los cabreros y pastores, don Quijote y
Sancho reemprenden su viaje. Mientras descansan a la hora de la siesta,
Rocinante se entremete en el tranquilo pacer de las jacas de unos yangüeses (o
gallegos); estos propinan una paliza al caballo y luego a don Quijote y Sancho,
que quedan molidos en el suelo comentando melancólicamente tan inesperado
suceso.
Prosiguen a duras penas su camino hasta que, sin haber andado
siquiera una legua, llegan a una venta que don Quijote cree castillo.